18/4/13

Concordia



Concordia

Hay días que le ofrecen calma a mi alma desordenada
Miro con recelo tu rostro
Y pienso en las ilusiones irrealizadas.
Cuestiono, ¿Qué hice o deje de hacer?
Para que huyeras como ladrón en las sombras,
Mientras las lágrimas reinventaban mi cuerpo
Y tu cinismo se burlaba de mi amor.

¡A son de que! Permití que me dolieras tanto
Si la distancia siempre estuvo presente
Ausencia queda en mi mundo y en el tuyo el regocijo de cualquiera.

Ahoguemos pues las penas en botellas
Para que naveguen en el mar sin rumbo
Aguardando su perdición.

Pronto serás olvido o una vieja razón

Que quise en justa medida pero no en mayor proporción.

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La dicha es flor de un día, flor que cierra sus pétalos como la agonía de un niño que ve morir rápidamente el día en un atardecer sangriento e imagina un último día de juegos junto a sus amigos… la dicha es solo un retrato vacío del recuerdo lejano de una  fantasía llamada felicidad.

Cuando decida irme, irme en verdad, ni el dolor ni lo que soñamos me detendrá, dejare las lágrimas caer, dejaré mi corazón terminar de partirse en mil pedazos y esperare que las arenas del tiempo empiecen a sanar lo que dejaste partir, con suerte una sonrisa se dibujara nuevamente en mi rostro y pediré a la vida que te regale esa dicha por siempre.

Y aun así... 

15/11/12

Esperando el amanecer

 

…No hay mejor mundo que fantasía, aviva sueños e ilusiones en un mundo triste y simple.




Habían pasado quizá solo dos meses pero todo parecía haber cambiado lo suficiente como para  no recordar los largos, brillantes y tibios días de primavera, estos definitivamente habían quedado muy atrás, estos días, los últimos antes de navidad parecían más fríos y aun así, el calor de una promesa permanecía viva en el pecho de Matías, pronto terminaría la espera y la ansiedad le había obligado a dormir muy poco. Serian no más de las 3 de la madrugada cuando con sueño intermitente por fin pudo descansar un par de horas antes de definitivamente no poder volver a dormir. –La tranquilidad es algo sagrado, nadie merece sufrir innecesariamente- es lo que siempre se decía, y claro… una larga espera aunque en este caso necesaria siempre se hacia notar en lo más profundo de su corazón, diferentes situaciones, pensamientos malos y buenos recorrían su mente en cada momento y durante todo el día y mucho más ahora que la espera había terminado.

Entradas las 5 de la mañana y después de un corto sueño dando vueltas en la cama Matías voltea y abraza la gran almohada a su lado sintiendo el olor a césped recién cortado y whisky que ahora parece muy lejano, acaricia suavemente las sabanas y acurruca su cuerpo contra las cobijas, sonríe con una lagrima a punto de salir y recuerda un rostro, una sonrisa y las caricias que anhela sentir, suavemente una melodía retumba en sus oídos que aunque lejana permite comprender el claro tono de voz de la persona a quien ama y espera. 

-Te extraño… susurra… mientras abre los ojos y descubre lentamente su cuerpo y se sienta en el borde de la cama; hace frio y llueve lento, la niebla lo cubre todo, afuera esta oscuro y lúgubre como el bosque más espeso o el vacío más profundo. 

- Tu James King,  pronunció al ver en la mesita de noche color caoba y adornos dorados una botella que había pasado desapercibida todo este tiempo, -¿Cómo pudo ser?-, se pregunto, pero nuevamente sonrió imaginando el día en que la probaron juntos por primera vez, serian un par de críos, no mas de 8 años cada uno, acre dulce y alcohol.

 - El sabor de tus besos en las fiestas- comento… 

Y cuando estas contento- recordó, entonces camino lentamente hacia la puerta del dormitorio, el cálido piso de madera se sentía cómodo y confortable, la bota roja del pantalón de pijama se deslizaba suavemente a medida que se acercaba a la manija de cobre que daba paso a las escaleras para llegar al primer piso. 

-Que frio!- Dijo en voz alta cuando Moka, la gatita siamés que tenían desde pequeña se acercaba para saludarle en la temprana mañana. –¿Verdad?- le pregunto tiernamente mientras le hacia señas con la mano para que caminara a su lado hacia la cocina. En la casa solo se escuchaba un suave ronroneo, el golpear de la lluvia en los cristales y las pisadas bajando los escalones, en la pared habían fotos, algunas de vacaciones pasadas o encuentros con familiares lejanos, podrían ser ambas ya que los personajes en ellas les gustaba cambiar de posición frecuentemente, eran una gran familia enmarcando una gran pared. Al final del pasillo antes de dar vuelta a la cocina había uno muy especial, un cuadro lleno de magia el cual Matías adoraba, si le preguntasen que objeto adora más sin dudas diría que su anillo de bodas o el cuadro frente a la sala, junto a la puerta de la entrada y justo antes de voltear a la cocina.

Una nutria y un Jack Terrier revoloteando en medio del campo, sus cuerpos son de una fina capa de luz que parece brillar en la noche, sus cuerpos parecen entrelazarse y simulan sonreír. El marco era de pino y el lienzo parecía sobresalir con vida propia. –¿Nos hace feliz verdad?- Dijo nuevamente con ese tono tierno de hace un rato mientras levantaba a moka del suelo y la abrazaba fuerte contra su pecho, luego, sonrió. 

-Te calentare un poco de leche, ¿quieres lechita mi cosita bella?- nuevamente la voz melosa se escucho en la casa, a paso lento Matías camino hacia la cocina con lustroso mármol negro sobre los ánqueles y mesones rebosantes de fruta y pan, soltó a moka cerca de un cojín frente a la estufa y busco los cerillos, la caja estaba vacía, entonces con un suave movimiento de la mano sobre la hornilla la encendió y el chispazo le recordó el día en que dijo acepto, probablemente no lo habría hecho si ese día por un pequeño momento de torpeza no hubiera prendido las cortinas de seda al intentar encenderle varios cigarros a su anciana tía, parecía que estuviera ahí nuevamente, sintió por un momento el calor maravilloso del sol sobre su rostro y las complacientes manos que abrazaban las suyas frente al altar, todo era blanco ese día, las flores, el pastel, los manteles, las mesas e incluso era código de vestimenta para los invitados.

-No fue hace mucho, mi moka, no fue hace mucho, espero recordarlo así toda mi vida- empezó a hablar con la gata que le miraba impaciente mientras sacaba leche de la nevera y la servía en un sartén, entonces mientras esta se calentaba preparo algo de agua caliente y sirvió café, para cuando la leche tibia estaba servida Matías se había sentado en la mesita de madera blanca frente a la ventana que daba al jardín y respiraba lento disfrutando el olor del café recién hecho, hay pocas cosas que le deleiten tanto como un buen café caliente con canela y azúcar en la mañana. 

-No se ve nada preciosa, apenas empieza a amanecer y con esta niebla… ¿que frio, verdad?- Dijo en tono inquisitivo pero la gatita estaba más ocupada devorando su plato que atendiendo a su amo, y no es que pudiera responderle igualmente.  Los rayos de sol aun no asomaban pero el día empezaba a clarear, la pesada niebla poco a poco se estaba disipando y ya dejaba ver un poco de los frondosos pinos y eucaliptos frente a la casa. 

A lo lejos las casas de los elfos empezaban a iluminarse lentamente y de las chimeneas empezaba a salir un espeso humo naranja de otros azul e incluso verde, sus ruidosas y muy amenas fiestas que iniciaban ese mismo día conmemorando las ultimas semanas del año no hacían ilusión a Matías que seguía mirando triste y atentamente a través de la ventana de su cocina, mientras bebía lentamente de su café caliente y contemplaba como la lluvia caía delicadamente sobre los helechos que crecían grandes y serpenteantes en el camino juntándose con los frondosos pinos del bosque oscuro.

-!Le falta azúcar¡- Dijo mientras apartaba locas ideas de su mente y tomaba de una vieja mesilla de roble color verde un pequeño recipiente de porcelana blanca , tomo  tres cucharadas de buena proporción y se sentó de nuevo cerca de la ventana. Con su fuerte mano froto el vidrio y corrió la humedad para seguir mirando como el hielo destrozaba  los jóvenes retoños de jazmín en el jardín vecino. De seguro Yulia su vecina estaría feliz por ello, a muy pocos semi-orcos les gustan las cosas bellas y aunque su casa careciera de artificios bellos siempre estaba limpia… al menos.

-Te extraño!!..- Gruño con alegre voz sabiendo que en pocos momentos aparecería en el portal su eterno amor,  se puso en pie con la taza de café casi vacía y fría.
-Ahh… ¿otro cafecito? Pregunto a moka que se relamía mirándole desde el cojín, estaba gorda y sonriente, sus ojos brillaban y se sentía que estaba feliz.

-Eres una coqueta! ¿Lo sabias?, eres una gran coqueta!-  agrego con voz de niño impaciente y se acercó al fregadero donde tenia una lustrosa jarra de metal con el humeante liquido, la intranquilidad de los meses pasados se había esfumado, ahora le invadía una gran energía, una emoción tal que simplemente le hacia soñar con los momentos venideros, ahora podría dormir tranquilamente, podría dedicarse a escribir su libro de herbolaria y tal vez, si tenían suerte en la misión que obligo a separarse de su amor por un tiempo, adoptar un pequeño o una pequeña para alegrar aun más sus vidas y el hogar.

Knock!, Knock!, Unos fuertes golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos, lentamente y un poco alarmado Matías salió de la cocina arrastrando la taza de café en sus manos, que ahora por poco quemaba sus grandes dedos.

–¿Quien es?, Pregunto desde la mitad del pasillo que conducía a la lustrosa puerta blanca con manija marrón. –¿Quien es?, Repitió esta vez elevando bastante su voz.

-¿Matías Trunkbear?, ¿Vive el aquí? Pregunto una voz algo chillona y molesta con algo de enfado.
-Un momento, respondió Matías preguntándose el porqué de tan temprana visita, se apresuró a la puerta dejando a cierta altura del borde de la escalera la taza de café caliente, esta se quedo levitando unos momentos y luego se deposito con serenidad sobre la madera, al abrir la puerta se dejo ver una figura un tanto pequeña en verdad, de orejas puntiagudas y muy largas, ojos saltones y color esmeralda brillante con manos temblorosas y dedos largos con uñas muy cuidadas, estaban pintadas con barniz violeta, llevaba un hermoso traje color rojo escarlata bordado con hilos dorados y unas botas negras muy limpias, el cabello color ciruela era largo hasta los hombros y muy cuidado, después de mirarle unos momentos quiso preguntar de que se trataba el mensaje pero el duende se adelanto.

-Señor Trunkbear, Soy Grimmer, Olaus Grimmer uno de los secretarios de correo, me envían para entregarle esta carta, al parecer debía ser entregada el día de ayer y nos disculpamos por la demora. – Dijo rápidamente y con un aire de elegancia único.

Con un movimiento rápido saco de su pequeño bolsillo un sobre de pergamino rojo con un sello dorado ilustrando un fénix de dos cabezas, la carta se expandió a un tamaño un poco más grande del normal y en cuanto el sobre toco las manos de Matías el duende desapareció en una nube de humo color violeta dejando atrás unas chispas brillantes de rosa intenso.

-¿Pero que?, ¿Qué se supone que hace un duende sub-secretario entregando personalmente una carta a estas horas de la mañana?, ¿Por qué no enviarla nuevamente por correo?, Pero antes de que pudiera seguir haciéndose preguntas y analizando la situación de diferentes y negativas maneras como siempre hacia cuando ocurría algo imprevisto el sol empezó a golpear las copas de los arboles y los tejados, el brillo de las gotas de lluvia en las flores y las hojas distrajo unos segundos la mirada de Matías que dibujo una enorme sonrisa al ver en la entrada de su jardín la aparición de quien tanto esperaba, vestía de negro, y su rostro ahora se iluminaba más y más a cada paso que le acercaba a la puerta, Matías estaba inmóvil pero su corazón recorría miles y miles de kilómetros, cuando pudo moverse corrió a su encuentro y justo en medio del camino entre el portal y la verja abrazo su amor dándole un suave y apasionado beso en los labios, cerro los ojos y acaricio nuevamente las sensaciones que parecía haber olvidado, el olor a césped recién cortado, la menta en sus labios y el eucalipto en su cabello.

-Te esperaba… pensé que no volverías nunca… y una lagrima de felicidad se dejo ver, abrió los ojos y se encontró con unos marrón mirándole fijamente, brillantes y serios, cálidos y profundos, amables y sinceros.

-Ahh…No exageres, aquí estoy,… y no me iré más… te amo. Respondió la grave voz que acariciaba nuevamente los oídos de Matías. Nuevamente la frescura de su personalidad le pareció desconcertante pero era en parte lo que más amaba, su sencillez y tranquilidad.

-Sé que lo haces, y nada me hace más feliz. Y le beso nuevamente justo cuando el sol les ilumino por completo, había amanecido y justo como había prometido Duncan había vuelto al iniciar el día y no volvería a partir, cuando se separo un poco para admirarle y acariciar la creciente barba de tres o cuatro días, Duncan comentó.

-Ah!, llego la carta!, que bien!... ¿estas feliz? Pregunto muy inquieto y sonriente.

-No he tenido oportunidad de leerla, acaban de entregármela, ¿Qué es?. Añadió Matías mirando la carta entre sus manos y la picara sonrisa con que le respondían.

-Seremos padres, han aceptado nuestra petición para adoptar.

Y entre lágrimas, abrazos, besos y caricias entraron a la casa donde encontraron a moka regordeta, feliz y coqueta dormida en el sofá de la sala esperando un nuevo plato de leche tibia.