15/4/11
La sakura del ruiseñor
Esta es una historia simple, puede incluso sin moraleja, puede también que sencillamente no sea una historia si no un relato muy corto que diga de todo y no diga nada… es simplemente una colección de palabras orientadas a un sentido, el imaginar algo.
Las mañanas en oriente son frías al inicio y encienden su calor con el permanecer de los rayos del sol, sus paisajes son hermosos y están adornados con finas casas de madera, arreglos florares, casitas para los pájaros y pequeñas fuentes que implican prosperidad, esta es la historia de un ruiseñor, si, un pajarillo pequeño y muy ágil, su hermoso plumaje del pecho color azul palidece con su intrigante cantar, un criatura agradable de ver y escuchar.
Una mañana mientras la familia del ruiseñor unida las alas en el agua de las fuentes en una gran casa con árboles y flores, este observo por primera vez en su corta vida el florecer de los cerezos, primero un botón pequeño sobre delgadas ramitas en los enormes árboles, casi diminuto y luego un poco más grande, con los primeros rayos de sol de enero un poco de blanco rosa se podía entre ver mientras la paciencia que le llevo hasta los cálidos días de marzo le enseño el rosa más puro, el ruiseñor estaba encantado con los cerezos, tanto que imaginaba ser uno de ellos, cierta tarde noto que un gran botón de flor no se había abierto y no pareciera que fuera a hacerlo, le intrigo pero diariamente mientras los demás se batían por la fruta, el agua incluso las más hermosas pajarillas, el solo disfrutaba mirando y saltando de ramita en ramita olfateando las rosadas flores, disfrutaba cada momento de la mañana con ellas… Cierto día unos cuantos meses después de ver florecer por primera vez las sakura, debía emprender el vuelo, cambiaban los climas y debía migrar con su familia, con sus amigos, entonces con gran tristeza se despidió de las hermosas flores, toda la mañana acaricio los petaos con sus pequeñas alas y abrazo el calor del sol con un dulce y muy melancólico canto, imagino que jamás volvería a verlas e intento resignarse.
Esa tarde se emprendía el vuelo, alas tras alas se fueron batiendo rápido y más rápido, en segundos se vieron patitas elevarse y cientos de pajarillos volaron entre las nubes, pero el simplemente no pudo, su familia y amigos le esperaron, intentaron convencer, nuestro ruiseñor no despego, no podía, acurrucado sobre una de las fuentes de aquella casa simplemente cerro sus ojos y mientras que su pequeña mente comprendía que era un error quedarse más su corazón le decía que era lo correcto, que su lugar no era en el cielo si no en la tierra con las flores, con los cerezos.
Su tristeza fue enorme al encontrarse solo, sin familia ni amigos pero tenía un consuelo, el apreciar por un poco más de tiempo las sakura, siempre brillantes y hermosas ante el sol de la mañana y tiernas pero melancólicas junto a los tonos rojos de la tarde pero con el pasar de los días las flores se fueron cerrando, muchas caían delicadamente al suelo incluso algunas en medio de intensas ráfagas de viento volaban muy lejos, pronto no hubo nada que apreciar, solo aquel botón que nunca floreció, parecía agarrase a la ramita del árbol con una fuerza verdadera mente impresionante, entonces el ruiseñor se posó a su lado y le acompaño, día tras día, noche tras noche hasta que el frio era abrazador, había llegado el invierno, pequeños copos de nieve cubrieron rápidamente el suelo y gran parte de los tejados, congelaron el agua de la fuente donde se posaba todos los días en la mañana y se refrescaba.
No había comido, no había bebido y no podía moverse, apenas podía mantener los ojos entre abiertos y en medio de una gran ventisca el botón pareció moverse, con todas sus energías el ruiseñor abrió los ojos lo más que pudo y se mantuvo expectante, sin moverse, solo mirando aquel botón… al acabar la furiosa ventisca y haber perdido toda esperanza, la luz de la luna toco el botón de cerezo y este se abrió liberando un aroma penetrante, su color era distinto, un azul que tomaba tonos en purpura por dentro y hacia afuera un blanco puro que se tornaba hacia las puntas en rosa… el florecimiento de la sakura de luna fue el último regalo de la vida en la noche que murió el ruiseñor.
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